Por aquel entonces, el convento quedaba completamente extramuros del recinto urbano. Su lejanía de la villa y el lugar en alto sobre una inmensa arboleda hizo que fuera un lugar ideal para el retiro espiritual de los monarcas. Desde entonces y hasta el siglo XVIII, esta zona de Madrid fue conocida como ‘El Prado de San Jerónimo’.
Carlos I en la Iglesia de San Jerónimo el Real
En los recintos monacales que se ordenaban alrededor de la iglesia pasó largas estancias el rey Carlos I. Más tarde se retiró definitivamente en el convento de Yuste. Felipe II continuó la tradición emprendida por su padre. Además hizo ampliar las estancias en las que se retiraba al arquitecto Juan Bautista de Toledo. Éste, alrededor de la cabecera del templo, dispuso el llamado ‘cuarto real’. Desde allí el monarca podía asistir de forma privada a las celebraciones religiosas.
Desde este reinado hasta el de Isabel II, los distintos sucesores a la Corona juraron en esta iglesia su cargo como Príncipes de Asturias. También se han celebrado varias bodas reales, como la de Alfonso XIII. Para esta ocasión se construyó la escalinata de entrada con el fin de salvar el gran desnivel que quedaba entre el templo y el Paseo del Prado.
La guerra de la Independencia destruyó el conjunto conventual. De la iglesia sólo quedaron en pie sus muros y su cubierta. Fue Isabel II la que acometió y modificó el diseño original. Actualmente, el claustro de la Iglesia de San Jerónimo el Real forma parte de la última ampliación del Museo del Prado. Dicha reforma la llevó a cabo el arquitecto español Rafael Moneo.
Es fácil llegar en transporte público, concretamente en autobús. Hay una parada frente al museo donde paran las líneas: 10, 14, 27, 34, 37, 45, N9, N10, N11, N12, N13, N14, N15, N17, N25.